Granada

Tenía pendiente desde hace bastante tiempo escribir algo sobre esta aventurilla pero con el trajín de trabajos, prácticas, exámenes, y diversas actividades extraacadémicas (sobretodo esto último) se ha ido posponiendo hasta que no he recibido las fotos y se me ha vuelto a despertar mi parte bloguera. Este post va a ser breve por dos motivos: 1º porque estoy de exámenes y 2º porque como ya ha pasado mucho tiempo desde que fuimos a Granada no voy a poder enrollarme ni relatar recuerdos grandilocuentes como si hubiera ocurrido ayer. Simplemente voy a improvisar algo, y conforme vaya escribiendo ya me iré acordando de las cosas.

DÍA 1 (Como en el Último Samurai, desconozco el día y la hora)

Recuerdo que partimos Jesús, Juan y yo hacia Granada al anochecer. Se nos hizo un poco tarde por «culpa» de Jesús, pero tampoco llevábamos prisa. También recuerdo algunos momentos durante el viaje, como la larga charla que tuve con Juan contándole los detalles del Congreso de Farmacia al que asistí unos días antes en Valencia, la mini-parada en la venta Quemada para descansar y tomar algo, y las luces de unos postes eléctricos en una montaña que parecían ovnis. Con el GPS llegamos sin pérdida al piso de Silvia, y no me costó mucho aparcar, a diferencia del día siguiente, que por cierto me acabo de acordar que pasó algo relacionado con este tema. Decir que comparado con los otros dos pisos de Silvia, quizás este me gustó más, por el barrio en el que estaba y el detalle de mantener los adornos de Halloween que adornaban el piso de manera peculiar. Además de que la televisión era vieja y no funcionaba por lo que era un elemento más de decoración. De la habitación donde dormí me gustó un edredón con la imagen de Júpiter que emitía fosforescencia. Esta debería de haber sido la habitación de Juan, porque la mía era la suya, ya que la habitación donde durmió Juan estaba llena de posters con frases de la Ley de Murphy, y los estantes llenos de libros de Medicina y otras temáticas, tanto en español como en inglés. También pude comprobar que el «dueño» de la habitación era un verdadero friki, ya que tenía un porrón de fotos de él en USA. Creo recordar que en el portátil vimos media película de Ratatouille antes de acostarnos. Si, media película, faltaba el resto, ole nosotros.

DÍA 2: A Sierra Nevada.

Al día siguiente teníamos pensado hacer una ruta que yo apenas me había mirado, y sólo llevaba un pequeño croquis con el recorrido de la ruta y el lugar de salida era una curva cerrada que parecía única en el puerto. Lo que nos pasó fue guay. Yo fue ver la curva y todo lo que tenía en el croquis coincidía, así que empezamos a subir por una senda con el embalse a nuestra izquierda. Dudaba de que aquello fuera nuestra ruta, pero lo que nos hizo dar la vuelta fue que a los 300 metros de empezar, nos encontramos dos filas de panales de abejas justo al lado del camino. Al volver al coche y mirar el GPS  me dí cuenta de que aquella no era la curva, y la foto de ese momento conmigo mismo desquiciado y los demás riéndose es para troncharse.

Así que como no era muy temprano, yo no tenía la ruta muy bien mirada y las ganas tampoco eran las idóneas, decidimos tirar para el Veleta a darnos una vuelta por las zonas altas, y ver algo de blancura. Antes de llegar paramos donde sí tenía que haber empezado la ruta y allí había una casa de información al visitante con una gran maqueta de Sierra Nevada que nos dejó embobados. Cuando llegamos arriba pudimos comprobar los efectos del cambio de presión en la bolsa de patatas fritas. Al tocarla la verdad es que no sé cómo no explotó.

Aparqué justo en el meollo de los trineos del Veleta. Algunos parecían salidos de Matrix, o de la BMW, había de todos los tipos, colores y tamaños pero no nos interesaban, sólo íbamos a dar una vuelta a patita, además eran algo caros. De esta manera nos dispusimos a subir para arriba dirección Veleta, con poca ropa y algunos hasta sin guantes. Al poco pudimos comprobar que lo que más molestaba no era el propio frío, sino el viento que lo arrastraba.

Cuando llegamos a un tramo con nieve un poco aislado de la gente con los trineos vimos unas rocas ideales para sentarnos a tomar el almuerzo-comida, no sin antes hacer un poco el tonto en la nieve como el que la ha visto por primera vez. Estaba dura y resbaladiza, pero si te confiabas y pisabas fuerte te hundías hasta casi la cintura. También recuerdo que jugamos con el bastón a clavarlo desde lejos, cosa que nos costaría olvidarlo y luego volver a por él.

Tras descansar un rato en ese lugar nos pusimos a patear otro poco. Llegamos al camino principal que lleva al Veleta, pero en vez de seguir por él lo cruzamos y llegamos a un monumento triangular en cuyo vértice se erigía la imagen de una virgen. Era una estructura demasiado ancha pero en caso de extrema urgencia podría servir de refugio si te pegas a una de las dos paredes interiores. Seguimos andando hacia el este hasta encontramos con otra pista grande, y al instante apareció una manada de cabras montesas. Probablemente fuera la madre y su progenie, pues muchas de ellas eran pequeñas y casi sin cuernos. Nosotros 4 y dos personas más que sólo estábamos por allí disfrutamos en silencio de su presencia para no molestarlas.

Después decidimos subir a una especie de casa riunosa, lleno de grafittis y varandillas oxidadas para ver el valle lleno de nieve que teníamos justo bajo el Veleta. Al final sólo Jesús y Silvia se atrevieron a subir. Digo atrevieron porque entre el hedor que salía de allí y las escaleras súper oxidadas daba algo de asco más que de miedo subirse allí. Nos quedamos otro rato sentados allí echándonos fotos y disfrutando del paisaje sin ningún tipo de preocupaciones ni prisas. De hecho no volvimos a por el bastón olvidado hasta ya pasada la tarde, porque sabíamos que nadie iba a pasar dónde lo habíamos dejado. Después de recoger el palo nos acercamos a la zona de pistas de esquí, y estuvimos en lo que era una pista ya algo falta de nieve, y en la que había una valla de madera en un lateral de la misma y de hecho hasta pasaron algunos esquiadores despistados por allí. Durante ese rato sí que nos lo pasamos «teta». Nos revolcamos por la nieve, hicimos guerra de bolas, yo hasta hice el ángel, nos tiramos corriendo cuesta abajo en plan kamikaces y terminamos con nieve hasta en los calzoncillos. Para despedirnos hicimos un muñeco de nieve, que al principio no tenía sexo, pero no tardamos mucho en ponerle un buen miembro viril para completar la obra «Miguelangiana».

Ya estaba escondiéndose el sol y nosotros estábamos cansados de andar más por allí así que nos dirijimos hacia el coche. Sin embargo otra sorpresa nos deparó el día. Nos encontramos en uno de los neveros un trineo casero hecho con un palé y chapa metálica que recubría por un lado al mismo como simulando la parte delantera del trineo. Hasta tenía una cuerda, para ayudar a transportarlo debido a su gran peso, y al verlo no tardamos en probarlo. Yo fuí el primero, y además lo hice de pié, al estilo surfero. Luego nos tiramos en grupo varias veces, y lo más divertido era la frenada. Cada uno terminaba por un lado y era imposible frenar sin salir arrastrándonos.

Ahora sí que estábamos más que satisfechos con el día que habíamos pasado. Al final improvisando no ha salido tan mal, es más, creo que nos lo hemos pasado muchísimo mejor que si hubiéramos hecho la ruta. Sin embargo se me ocurrió que para que el día fuera perfecto podríamos ir a ver el atardecer en el Mirador de San Nicolás, aunque ya íbamos algo justos de tiempo. Bajé el puerto a la velocidad que los demás coches me obligaban, dejé el coche cerca de la casa de Silvia tras dar varias vueltas antes de aparcar y nos dirigimos como una bala al Mirador. Decir que el paseo que dimos por Granada hasta llegar al Mirador, cruzando todas las callejuelas estilo árabe del Albahicín, llenas de comercios, pequeñas tiendas, llenas de colores, las cuestas, las escaleras… fue fantástico. Pese a andar muy rápidos algo se nos quedó en las retinas y tras esa experiencia la verdad es que no estaría mal pasar una tarde paseando por aquellas calles.

Cuando llegamos al Mirador de San Nicolás estaba casi oscuro, no iba a salir la mítica foto con el sol del atardecer iluminando la Alhambra pero tampoco estuvo tan mal. Sólo por el paseo mereció la pena. Lo malo es que estaba muy masificado, quizás porque era fin de semana.

Para cenar pedimos comida del chino, rica y barata. Nos acompañaron dos amigos de Silvia, Sofi y (…) y esa noche nos acostamos relativamente pronto porque estábamos reventados y al día siguiente había una gymkana por Granada en la que Silvia quería participar, y nosotros podríamos ayudarla a la vez que nos servía para visitar Granada.

DÍA 3: Gymkana y vuelta a Murcia.

De este día no hay fotos porque la cámara de Juan se quedó en casa. En el primer juego, el que más lúcido estaba por la mañana era yo, así que acompañé a Silvia por la cuidad a hacer la gymkana. Jesús, Juan y Sofi se ofrecieron para prestarnos su apoyo logístico desde los portátiles que era lo que mejor sabían hacer, y desde la página web de Lanjarón  iban dando pistas y cerrando un círculo hasta quedar un punto en el mapa de la cuidad que es dónde teníamos que llegar los primeros para optar a los premios. Nada más bajar de la casa recuerdo que nos pegamos una carrera hasta el centro de la ciudad enorme, y luego fue para nada porque los círculos tardaban mucho en empequeñecerse y estuvimos dando vueltas por la cuidad como locos en vez de irnos a dónde Jesús y Juan nos decían. Al final en el primer juego llegamos bastante tarde, además Silvia no pensaba que fuera en el mismo sitio que la semana pasada, y nosotros estábamos dando vueltas por la zona de la catedral en vez de en la plaza que era el lugar correcto. Yo después de la carrera prefería descansar para por la tarde volver con el coche a Murcia y fue Jesús el que me sustituyó para la segunda intentona. Cuando llegué a la casa descubrí el sistema que se había inventado Jesús con ayuda de un programa de retoque fotográfico para adivinar por dónde caía el sitio donde al final había que ir. No sabía que estaba tan bien, si no le habría hecho más caso a ellos. Mientras Jesús, Silvia y Álex (que llegó después) jugaban yo me quedé haciendo la comida. Creo que fueron hamburguesas, patatas fritas, ensalada y un revuelto de gambas que compramos el día anterior. Cuando llegaron nos contaron que casi ganan, que engañaron a otros equipos para hacerles creer que el sitio de reunión era otro y que hubo incluso una disputa entre dos equipos y para solucionarlo improvisaron una prueba de que el primero que cogiera una cuchara de la mano del organizador ganaba o algo así. Vamos que nos habían tangado.

Después de cenar yo me eché la siesta yo solo para coger fuerzas para volver a Murcia, y antes de irnos conocimos a otros dos amig@s de Silvia, ambos muy simpáticos y enrollados. Uno de ellos era compañero de piso. Tras despedirnos e irnos, al atardecer, no me acordaba de dónde había dejado el coche, y cómo había dado tantas vueltas el día anterior, nos fuímos a buscarlo con todas las mochilas y bártulos a una calle que era justo en dirección contraria hacia donde estaba el coche. Cuando ya habíamos andado unos 10 minutos me dí cuenta de que ahí no era. Volvimos a pasar por la casa de Silvia, y tras coger el camino correcto llegamos a la maldita calle donde había dejado el coche. Compramos unas cocacolas para el camino en un chino, nos burreó el GPS por los suburbios y pedanías de Granada y en un abrir y cerrar de ojos nos plantamos en la autovía A-92 en el puerto del Suspiro del Moro. Nombre con gran significado para todo el que abandona Granada.

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Una respuesta a Granada

  1. Capa Grillos dijo:

    Nos burreó el GPS por los suburbios, gran frase xDDD.

    Por cierto, sube las fotos para los demás, que yo no pude en su momento…

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